La majestuosidad de la vida de ustedes, de la vida de su prójimo y del evangelio de Jesucristo se pondrá de manifiesto en el postrer día, aunque no todos la reconozcan al principio. Consumimos un valioso recurso emocional y espiritual al aferrarnos al recuerdo de una nota discordante que tocamos en un recital de piano en nuestra infancia, o algo que dijo o hizo nuestro cónyuge hace veinte años y que estamos decididos a recriminarle por otros veinte, o un inci dente en la historia de la Iglesia que comprueba nada más ni nada menos que los mortales siempre tendrán dificultades para estar a la altura de las expectativas inmortales situadas ante ellos. Aunque uno de esos agravios no lo hayan originado ustedes, ustedes sí pueden darle fin."
(Elder Jeffrey R. Holland, Liahona mayo 2012, pág. 32)
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