compasión que nunca cesa,
engendra mi canción,
un soneto enséñame por la lengua celestial,
hazme firme en tu monte eterno manantial.
Mi voz levantaré por tu ayuda al llegar,
y seguro en tus brazos moraré en tu hogar.
Errante yo estaba y Jesús me encontró,
con su sangre derramada, del dolor me rescató.
Necesito que me ligues a tu vida celestial.
Este corazón errante se apronta a desviar.
Y me alejo, yo lo siento, abandono a mi Dios.
Tómame mi corazón y a tu monte séllalo.
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