George Albert Smith tuvo una experiencia hermosa , Su nieta relató cómo la bondad y consideración de él hacia los demás trajo paz a una tensa situación:
“Una calurosa tarde de verano hubo un problema que surgió bajo la calle cerca de la casa del abuelo en Salt Lake City, y algunos trabajadores de la ciudad habían ido a arreglarlo. Hacía mucho calor afuera, el sol brillaba implacablemente, y el trabajo que había que realizar era del tipo que se lleva a cabo con pico y pala, el cual hacía que el sudor corriera por los rostros y las espaldas de los hombres conforme cavaban la calle. Los trabajadores no cuidaban su lenguaje, o a lo mejor sus madres no les habían enseñado a hacerlo; sea como sea, estaban diciendo malas palabras y usando un lenguaje terrible. En poco tiempo, sus palabras llegaron a ser ofensivas para los muchos vecinos cuyas ventanas estaban abiertas a fin de dejar entrar cualquier brisa que pudiera ayudarlos a refrescarse.
“Alguien salió y pidió a los hombres que dejaran de usar lenguaje profano, y durante la conversación mencionaron que el hermano Smith vivía allí. ¿No podrían acaso mostrar un poco de respeto y guardar silencio? Con eso, los hombres recitaron otra letanía de malas palabras. En silencio, el abuelo preparó limonada, colocó vasos y una jarra sobre una bandeja y la llevó a los hombres, y les dijo: ‘Mis amigos, se ven sumamente cansados y acalorados. ¿Por qué no vienen y se sientan bajo mis árboles y toman algo refrescante?’. El enojo de los hombres desapareció y respondieron a la amabilidad mostrada con docilidad y agradecimiento. Después del agradable momento de descanso, regresaron a realizar su trabajo, el cual terminaron con esmero y en silencio”2. [Véase Enseñanzas del Profeta George Albert Smith, pag 234 El poder de la amabilidad ]
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