"Cuando nos sentimos heridos, enojados o llenos de envidia, es muy fácil juzgar a otras personas y a menudo achacarles a sus acciones motivaciones tenebrosas a fin de justificar nuestros propios sentimientos de rencor. Cuando los demás juzgan y guardan rencor, vemos muy clara y fácilmente los resultados dañinos que eso produce; y por cierto, no nos gusta que la gente nos juzgue a nosotros.
Pero cuando se trata de nuestros propios prejuicios y agravios, demasiadas veces justificamos nuestro enojo como justo y nuestro juicio como fidedigno y apropiado. Aunque no podemos ver el corazón de los demás, suponemos que podemos reconocer una motivación maliciosa o incluso a una mala persona en cuanto los vemos. Cuando se trata de nuestra propia amargura, hacemos excepciones porque pensamos que, en nuestro caso, tenemos toda la información necesaria para considerar a alguien con desdén. Este tema de juzgar a los demás en realidad podría enseñarse con un sermón de tres palabras. Cuando se trate de odiar, chismear, ignorar, ridiculizar, sentir rencor o el deseo de infligir daño, por favor apliquen lo siguiente: ¡Dejen de hacerlo! Es así de sencillo. Simplemente debemos dejar de juzgar a otros y remplazar los pensamientos y sentimientos de crítica con un corazón lleno de amor por Dios y por Sus hijos." (Pte. Dieter F. Uchtdorf, Liahona mayo 2012, pág. 75)
Pero cuando se trata de nuestros propios prejuicios y agravios, demasiadas veces justificamos nuestro enojo como justo y nuestro juicio como fidedigno y apropiado. Aunque no podemos ver el corazón de los demás, suponemos que podemos reconocer una motivación maliciosa o incluso a una mala persona en cuanto los vemos. Cuando se trata de nuestra propia amargura, hacemos excepciones porque pensamos que, en nuestro caso, tenemos toda la información necesaria para considerar a alguien con desdén. Este tema de juzgar a los demás en realidad podría enseñarse con un sermón de tres palabras. Cuando se trate de odiar, chismear, ignorar, ridiculizar, sentir rencor o el deseo de infligir daño, por favor apliquen lo siguiente: ¡Dejen de hacerlo! Es así de sencillo. Simplemente debemos dejar de juzgar a otros y remplazar los pensamientos y sentimientos de crítica con un corazón lleno de amor por Dios y por Sus hijos." (Pte. Dieter F. Uchtdorf, Liahona mayo 2012, pág. 75)
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