"El arrepentimiento no es una doctrina implacable sino un medio de rescate; y está a disposición tanto del pecador empedernido como de la buena persona que se esfuerza por mejorar. El arrepentimiento requiere que abandonemos lo malo y nos volvamos a Dios. Cuando es preciso efectuar "un gran cambio", el arrepentimiento cabal exige que giremos en 180 grados y ¡sin mirar hacia atrás! Al principio, ese giro refleja un progreso en la conducta del plano telestial al plano terrestre; y más tarde a un plano de conducta celestial. Al dejar atrás los pecados del mundo telestial, nuestras faltas tienden cada vez más a ser pecados de omisión, lo cual a menudo nos impide consagrarnos por completo al Señor.
El verdadero arrepentimiento no supone el tener una lista de lo que debamos hacer y verificarla en forma mecánica, sino una brida firme que sofrene nuestro yo natural. En el angustioso proceso del arrepentimiento, acaso pensemos a veces que Dios nos ha desamparado; la verdad es que nuestro comportamiento nos ha apartado de Él. Por eso, cuando estamos abandonando el mal pero todavía no nos hemos vuelto totalmente hacia Dios, somos muy vulnerables. No obstante, no debemos darnos por vencidos, sino tratar de alcanzar "su brazo de misericordia" que se extiende hacia nosotros "todo el día". A diferencia de lo que nosotros hacemos, Dios no tiene horas de oficina." (Elder Neal A. Maxwell, Liahona enero 1992, págs. 34-34)
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