El presidente Boyd K. Packer enseñó: "La voz del Espíritu se describe en las Escrituras como una voz que no es ni 'áspera' ni 'fuerte'; no es 'una voz de trueno, ni una voz de un gran ruido tumultuoso', sino que es 'una voz apacible de perfecta suavidad, cual si hubiese sido un susurro', y penetra 'hasta el alma misma' y hace 'arder' los 'corazones'.
"El Espíritu no atrae nuestra atención por medio de gritos ni de sacudidas bruscas. Por el contrario, nos susurra; nos acaricia tan tiernamente que si nos encontramos demasiado enfrascados en nuestras preocupaciones, quizás no lo percibamos en absoluto…
"En algunas ocasiones tendrá la firmeza necesaria para que le prestemos atención, pero la mayoría de las veces, si no hacemos caso a esa suave impresión, el Espíritu se alejará y esperará hasta que acudamos en su busca y lo escuchemos y digamos, según nuestra propia manera de expresarnos, como Samuel de antaño le dijo al Señor: 'Habla, porque tu siervo oye' (1 Samuel 3:10)" (Boyd K. Packer, "Lámpara de Jehová", Liahona, octubre de 1983, pág. 31)
"El Espíritu no atrae nuestra atención por medio de gritos ni de sacudidas bruscas. Por el contrario, nos susurra; nos acaricia tan tiernamente que si nos encontramos demasiado enfrascados en nuestras preocupaciones, quizás no lo percibamos en absoluto…
"En algunas ocasiones tendrá la firmeza necesaria para que le prestemos atención, pero la mayoría de las veces, si no hacemos caso a esa suave impresión, el Espíritu se alejará y esperará hasta que acudamos en su busca y lo escuchemos y digamos, según nuestra propia manera de expresarnos, como Samuel de antaño le dijo al Señor: 'Habla, porque tu siervo oye' (1 Samuel 3:10)" (Boyd K. Packer, "Lámpara de Jehová", Liahona, octubre de 1983, pág. 31)
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